In Memorian


En mi primer y fugaz viaje a Cuba después de irme me quedé con las ganas de verlo, si bien hablé con él por teléfono y corroboré que el interés era mutuo.

Dos años más tarde, con un poco de más tiempo se dió el encuentro aunque no en la mejor circunstancia: Una camilla en una sala del Hospital La Covadonga fue el lugar de encuentro. Tomás estaba recién operado.

Así y todo la charla fue amplia y provechosa, y en un segundo que el chino y Nilda salieron a fumar, recordé con él la tarde áspera en que le monté una guardia a la salida de su oficina para que me firmara la carta de autorización para mi viaje.

Hacía una semana que la había solicitado por las vías formales a través de su secretaria sin respuesta; hasta que ese día me le planté en la oficina, y siendo ya las siete de la tarde, salía él portafolio en mano cuando me vió. Visiblemente ofuscado y sabiendo mi respuesta me preguntó ¿qué quieres? Que me firme la carta, le dije yo mientras le acercaba la hoja. La leyó apenas y abrió la puerta de su oficina: Pasa, me dijo, mientras añadió, ésto no se hace así. Encendió su Pentium  III y a golpe de teclado redactó la nueva carta, la firmó y nos quedamos hablando.

Tomás sabía que yo me quedaba, que no volvía, aunque nunca me lo dijo explícitamente ni siquiera creo que haya sido su intención darlo a entender. Los consejos se mezclaban entre palabras de dirigente obstinado con las de un padre, pero eran absolutamente sinceras. Yo no pude reciprocar su sinceridad, me faltan (aun) años de retórica y labia para sortear la ambigüedad con tanta destreza. Me cuide de no mentir, pero no basta para ser sincero y esa tarde en La Covadonga se lo dije y le ofrecí mis disculpas. No chico no, tu no tienes nada de que disculparte, me dijo. Y lo dejé, con Ficciones, un abrazo y un Cavernet Sauvignon que espero haya podido degustar.

Tomás ha muerto en agosto, y yo me enteré ayer. Según leo, dos semanas después se fue Nilda, su compañera de toda la vida. Él no era creyente, como tampoco lo soy yo, pero si eventualmente después de morir se "va" a algun lado, me conmueve que no se haya ido solo.

Foto de Alan Clements.