Radio - Grafía


Tenía 3 años cuando mi abuelo paterno me prometió regalarme su radio VEF, y antes de cumplir los 4 años mi abuelo murió y recibí la única herencia que me ha tocado en la vida.

En casa mi padre había comprado un Selena nuevo que era toda una sensación. Lo que pudimos conseguir en la casa del oro y la plata nos alcanzó sólo para el video SANYO Super Beta, así que el radio reloj digital despertador quedó postergado. Por aquellos tiempos la sensación era el vídeo…
El tipo de la tienda había usado un casete de Goofy el deportista para probarlo y olvido el casete dentro del aparato, así que tuve un pequeño receso de bolek, lolek y demás dibujos del Este, entre las alternancias de Donald y las ardillitas jodedoras repetidos hasta el infinito y chuncha, guaso, carburo y demás nacionales. A la par con el video vinieron unos siete u ocho casetes vírgenes con los cuales procedimos a grabar películas procedentes de la abundante y variada programación de la TVC, películas como Voltus V, Enemigo mío, entre otras que no recuerdo; Grabar y re-grabar y ver y re-ever, así ad infinitum. También mi padre por algún que otro negocio resolvió algunas otra películas, y antes que aparecieran los “bancos de video” teníamos armada una red bastante grande de intercambio, y a ninguno se le ocurría lucrar con ello. Luego el VHS fue copando el mercado, y la red solidaria de intercambio se volvió negocio.
Antes de eso, ya en casa se escuchaba radio. A la mañana Radio Reloj, infaltable, omnipresente, inevitable, eterno, como el tiempo en sí mismo. Luego al mediodía en casa escuchaban Radio Progreso, todas las radionovelas de la tarde; alguna que otra vez escuche La familia Pirulí y a las ocho el plato fuerte siempre fue Alegrías de Sobremesa… con Rita… Paco… Estelvina… Sarría… Cristinito… y tantos otros históricos que bajo el guión de Luberta, la conducción de Rosillo y la siemprepresente Aragón han dejado una marca imborrable en el alma cubana. A la noche a veces se escuchaba Nocturno (Atentos… tras la pausa… grabando) y por ahí se escuchaba En nueve minutos (ese programa raro que no se sabía si era en serio o en chiste). En los tiempos más duros en casa se les dio por escuchar Radio Martí… pero sólo escuchaban la novela Esmeralda, Se soltó el loco con Pototo y el Zodiaco, el resto, entre la interferencia y los contenidos aturdían demasiado.
Un tiempo me dedique a vigilar todo el espectro de Ondas Cortas, Radio Francia Internacional, Radio Exterior de España… entre otras más o menos interesantes. Años después sobrevino el insomnio… y un programa que me hizo adicto… En el jardín de la noche… en Radio Taino, con Eduardo Antuña (ojo no confundir con Camilo Egaña), después le sucedieron por lo menos dos locutores y para cuando me fui si mal no recuerdo habían terminado el programa. Ahora revisando encuentro que está en la grilla de programación de Radio Taino (broadcasting from radio centro in havana) así que puede ser que haya vuelto, o que nunca se haya ido y yo me haya imaginado que había desaparecido como buscando una excusa más para irme; como enajenando mi percepción de La Isla ya en las postrimerías de mi partida, como para que me doliera menos partir; partir y dejar la radio VEF que me dejo mi abuelo, dejarla ahí, sin pilas y al costado de mi vida entera…

De cámaras y otras cuestiones

Mi primera cámara fue una Vilia, 35 mm, y el primer rollo que tiré en mi vida fue un ORWO NC 21 que nunca revelé. En mi memoria y sólo en mi memoria están los fotogramas perdidos de aquella tarde en la escuela de los rusos de Av. 31, donde recuerdo dieron bombones y refresco negro, que ya para entonces escaseaban. Sólo ahí, y con la niebla del tiempo recuerdo las fotos que le saque a mis compañeritos de 4to A y al enorme culo de la auxiliar pedagógica que nos acompañó.


Todo empezó porque R. (amigo de entonces, actual hermano de alma) tenía una Vilia, del modelo anterior, la que no tenía las nubecitas y solcitos en el visor. Luego yo quería una camara, la que fuera, y ante la disyuntiva de una Smena y una Vilia, creo haber sido bastante sensato pese a mis 8 años de entonces. Recuerdo ahora como R. empezaba a experimentar sus habilidades muelo-bisneras conmigo, cuando sin el más mínimo escrúpulo me vendió unos rollos ORWO NP-20 que el mismo compró por equivocación en la ferreteria de al lado de la tienda La Sirena, con aquel inolvidable argumento de que un rollo de 120 mm si lo cortamos al medio tenemos 2 rollo de 35 mm. Yo caí como el comemierda que ya desde entonces se anunciaba que sería; y ahora se me ocurre reflexionar (aunque no es el tema) lo rápido que se perdonan esas infidelidades cuando uno es chiquito. Tiempo después, en un juego de pelota, R. me hizo la vida un yogur de cubitos y previa sendas mentadas de nuestras respectivas madres, procedimos a entrarnos a piñazos y a no hablarnos ni vernos más por un período de aproximadamente 9 (si NUEVE) años, pero esa es otra historia.

Lo cierto es que estando en 7mo, conocí a Liván, un fotógrafo que sacaba fotos en los bautizos de la iglesia de 130, y un día hablando me dijo que si quería el me prestaba una camara y un rollo. Yo le dije que tenía una Vilia, pero el insistió en prestarme la Lubitel y darme un ORWO NP-20 (ya vencido, que se ve que nó tenía de 35mm para regalar) y esa misma noche me fui con Pepe (mi padrino y amigo) al Latino. Play Off, Villa Clara - Industriales, creo que esa sería la segunda vez consecutiva que Villa Clara salió Campeón; y aunque no estaba ni cerca, saqué algunas fotos y deje un par de fotogramas para tirarlos en la escuela al otro día. Ese rollo sí lo revelé, bah, lo reveló Livan, yo sólo miraba con cara de bobo y apenas si aprendía. No se pudo imprimir ninguna y el negativo lamentablemente no lo conservo. Luego conseguí no se en donde unos rollos ORWO NC-21 que sirvieron sólo para comprobar el estado inservible de la Vilia (recuerdo mi cara de asombro cuando iba por la foto 82 y no se terminaba nunca el rollo, sencillamente porque no arrastraba, algo debió haberse roto).

Pasaron 3 años hasta que me interesara nuevamente, y esta vez si fue en serio. Livan me presto una Zenith, y mirar a través de una reflex me cambió la vida por completo. Ahorraba cada centavito para comprar unos rollos Konica carísimos y para revelarlos en Photo Service para aunque fuera tener el negativo. Luego, antes de empezar el curso de Fotografía en G y 21, mi padre me compró una Konica reflex, muy buena camara, con un 50 y un 135. En el curso hice buenos amigos, y algunas relaciones que intente por todos los medios conservar. Los amigos con el tiempo se diluyeron y mejor resultado me dieron las relaciones: gracias a eso hice las prácticas del Tecnológico en el ICAIC y mi profesora de Fotografía Color (que es Ingeniera Química) terminó siendo mi oponente de Tesis.
Una noche, ya en el último año del Tecnológico, y con una prueba de Microbiología muy próxima y amenazadora (características muy comunes en todos mis examenes del penúltimo y del último año de la escuela) decidí ir a estudiar a la casa de una compañera que vivia cerca de casa, con la cual en los 4 años de carrera si hablé más de 10 palabras seguidas habré estado borracho. Luego de estudiar algo (ya ni me acuerdo qué) regresando, pasé frente a la casa de R. Durante todo ese tiempo habré pasado quinientasmil veces por casa de R. Nos habíamos visto así de refilón en dos o trés ocasiones, que servían para confirmar (como aquella vez en el concurso provincial de química) que seguíamos teniendo intereses en común. Esa noche R. estaba en el portal Consolidado del Televisor que estaba al lado de su casa, con una botella de silver dry y un conocido; esa noche R. me dijo asere ven pa acá y me quedé tomando ron hasta las 2 de la mañana. Al otro día aprobé Microbiología y visitar la casa de R. volvió a ser parte de mi rutina.

La hepatitis retrazó la graduación, y en enero se me fue R. ha hacer un periplo que terminaría en Miami. Empecé a trabajar en una publicitaria, y yo, que para ese entonces, ya había pasado por tres Canon y una Minolta, por primera vez en mi vida, supe que era una Nikon y un Laboratorio Color en la vida real. También por ese entonces conocía a la Sony Mavica, que en vez de rollos usaba diskettes de 3 1/2.
Es curioso cuando acá me preguntan que hacía en Cuba y contesto, fui fotógrafo; ya estoy acostumbrado a las caras de sorpresa y asombro de quienes nunca me han visto con una camara al cuello. Y una de mis frases preferidas es: Acá nunca he tomado una foto en serio. Y es la dura realidad. Mi relación con la fotográfia esta muy ligada a mi relación con La Habana, con Cuba toda. Y no es sólo esa especie platónica la que me inhibe... pero si escarbamos bien profundo... todo redunda en eso... no es mi ciudad... no es mi país... no puedo retratar nada que no sea Cuba.

Hace poco con mucho esfuerzo me he comprado una Sony H-2, y apenas si la he usado... la compré más esperanzado en un futuro viaje a Cuba que en retratar mi realidad cotidiana actual Y es un error, lo sé; lucho por intentar remediarlo, aunque por ahora no descubro como. La foto urbana, la foto calle, la foto documental sólo se me dá en mi Cuba, esa que dejé hace ya unos años y que nunca será la misma sin mí, ni yo sin ella.


El Reloj

Un buen día –hace como dos semanas –apareció ahí. De pronto, inesperadamente, en la esquina de 23 y N en La Rampa. Surgió como por encanto. Nuevo, rojo, bello, imponente.
–Bellllo reloj –expresó macanudamente un periodista uruguayo que pasaba por ahí.
–¡Vaya!¡Qué vacilón! –dijo el chofer de la ruta 22 que frenó junto a él.
El chofer, que venía adelantado en su itinerario y, por tanto, traía la guagua arrastrando una pesada ancla, aprovechó y consultó la hora. Las 10 y 15 p.m. ¡Imposible! Si el sol estaba todavía que rajaba las piedras «Mmmm… ¡qué onda más rara! ¿Cuál será la envolvencia de ese reloj?», pensó el chofer.
Ése es el tremendo, insondable, profundo e indescifrable misterio. ¿Cuál es la envolvencia del nuevo, bello, rojo e imponente reloj de La Rampa?¿Qué onda trae?¿Qué hora da? Porque eso sí. Dar hora, da. El nuevo, bello, rojo e imponente reloj de La Rampa no está parado. El monstruo camina. Las manecillas se mueven, giran, lenta, suave, dulcemente. Y dan la hora.
Pero es una hora misteriosa, mágica, intemporal, envolvente.
La gente pasa, mira… y se detiene curiosa, atenta. Asombrados unos, nerviosos otros, sobrecogidos, inquietos, expectantes. Y se arremolinan bajo el nuevo, rojo, bello e imponente reloj. Y surgen, inevitablemente, los puntos de vista, las explicaciones, las discusiones, las tesis.
Una señora explica:
–Ya sé, ésa es la hora en que van a dar los turnos por teléfono en el Polinesio ¡Ay, con lo que me gusta el arroz frito con faisán!
–No, compañera –le aclara un hombre de mediana edad, –ésa debe ser la hora de Italia. ¿Usted no ha visto que enfrente está la Exposición Industrial Italiana? Es lógico, ¿no?
–¡No, locos! –grita un poeta, que está en la onda de la antipoesía –¿pero no se dan cuenta de lo maravilloso que es ese reloj? ¡Está dando la hora de las musas de ahora! ¡La antihora!
–El loco será usted –responde un psiquiatra que se ha unido al grupo. –Mire, ésa debe ser la hora del Meridiano de Greenwich, que es por la que se guía Prensa Latina que está en la esquina.
–¿Y no será la hora de Australia? –pregunta otro. –Como el MINAZ está ahí mismo, pues a lo mejor es por la onda del corte de caña australiano y eso. Vaya, digo yo…
–No, no es eso. El reloj, simplemente, da la hora que le da la gana. Y así es como debe ser –dice sonriendo un despistado con tendencia anarquista.
¿Será el ICAIC que estará filmando una película de ciencia ficción? Una bolá de Ray Bradbury, Iván Efremov… ustedes saben como es eso.
–No, hombre, no. ¡Ja, ja, ja! –rie un humorista, –¿pero no ven que es magnífico? ¡Pero si es una broma genial! Lo puso en hora Charles Chaplin, Harlod Lloyd… ¡ja, ja, ja!
–Compañeros –apunta un profesor físico-matemático con cara de ecuación de tercer grado, –la cosa no es de risa. Tiene su explicación lógica y científica. Evidentemente, como es eléctrico, sufrío un accidente. Ahora, simplemente habrá que calcular cuantos accidentes más se necesitarían suponiendo que el wattage del pico se mantenga en la misma variable de intensidad… pues se necesitarían… es realmente un problema realmente sencillo para una computadora, pero así, grosso modo, pudiéramos calcular…
–¡Caballeros, no se rompan más el coco! ¿Ustedes no se la llevan? ¿No filtran como es la envolvencia? Lo que pasa es que se han olvidado de ponerlo en hora. Ese reloj lo que está dando, vaya, lo que está dando es la hora de la envolvencia.
H. Zumbado; Marzo, 1971 (Limonada, 1978, Letras Cubanas)