Aterrizaje

Y por fin, las ruedas del avión tocaron fondo,
tocaron tierra.


Se arrastran por el pavimento duro,
áspero y mojado.


En las ruedas del avión estoy descalzo,
y el asfalto me frota las plantas
y me lima los huesos:
me desgarra
la carne,
me descose
las vértebras.

El instante no tarda,
pero es infinito:
como si la calle fuera a tragarme con lentitud
y duda,
como reparando en cada porción
infinitesimal
de mi medio cuerpo,
reparando
en cada paradoja.


Cuando se detiene descubro
perplejo
que aun tengo manos
y medio torso sobre el asfalto;
y descubro también que
la humedad
de la pista es mi sangre marchita,
y mi esperma.

2 comentarios:

Yvette dijo...

aun así, es imprescindible aterrizar!

Ivis dijo...

No lo creo, pero bueno. Oye, buen poema este.