Desahogo de fin de siglo

A Santiago Feliú:


Cagar es un placer; es esa congestión que te dobla, que te parte al medio y te estrangula el colon. Cagando espero el mundo que yo quiero. Sentarte en el súper tazón de la felicidad menos pulcra del mundo y expulsar lentamente toda la mierda acumulada, toda la escoria. Cagar es un placer, limitado.
Sociedad, suciedad; ¿curioso no? Cada una parece derivar de la otra; sólo una vocal diferencia la mierda de la angustiada estructura en que vivimos; e izquierda o derecha parecen sólo posiciones caprichosas que adquiere la mierda al caer, maneras diferentes de hacer una misma porquería.

La desilusión te carcome el hígado. El hastío te abrasa. La hipocresía te paraliza la digestión de esta tras-noche en que naciste, de este tras-siglo, de este tras-mundo. De buenas intenciones están empedrados todos los caminos; y todos los caminos conducen al imperio que los hizo y empedró. La estupidez humana, infinita como el universo, eterna como el universo. La desesperanza. La protesta inservible, la utopía, el sueño y Lennon cantando «
nothing gone a change my world»… No más, no más...
Compraste todos los diarios que viste camino a casa y esperaste. Habías encontrado la mejor forma para desquitarte de todos juntos. No separaste las páginas deportivas ni culturales, mucho menos la publicidad o los clasificados; ni hablar de las sociales o políticas. Todos somos culpables, hasta los más inocentes. Y llegado el momento, justo cuando te habías sacado casi toda la mierda que llevabas dentro, te limpiaste con todos los diarios a la vez; y sentiste, mientras los embarrabas, un gran alivio.

La Habana, 20 abril 2001­ – Buenos Aires, 21 enero 2003

3 comentarios:

Fabrizio dijo...

Paisan, permitame discrepar con usted acerca del placer de cagar, lo he escuchado mucho pero la verdad a mi no me causa placer sentarme a la taza. Ni modo las excepciones confirmamos la regla.
Un abrazo.

Carimar dijo...

Si vamos al profundo sentido de este post., ojalá fuera tan sencillo liberarnos de la sociedad que nos penetra y carcome con el simple hecho de sentanos en un inodoro, pero si se pudiera eso, para mí sería un gran placer, mientrás que por el momento mi paso por el blanquísimo trono solo representa una función fisiológica, muy fugaz y desagradable (en eso coincido con el paisano Fabrizio).
Mis saludos!

Anónimo dijo...

bueno, fabrizio, parece que usted padece de extrenimiento. Toda liberacion de toxinas es una felicidad.